domingo, 27 de mayo de 2007

ENTRE LA RAZÓN Y LA FE

El 25 de abril del año en curso fue aprobada la ley que despenaliza el aborto en el Distrito Federal. El hecho es resultado del trabajo y la demanda de sectores progresistas de México y concretado por los legisladores del Partido de la Revolución Democrática y del Revolucionario Institucional. Desde afuera fue celebrado. Diversos diarios de Argentina publicaron notas al respecto y como mexicano me enorgullecía cuando los colegas coincidían en que se trataba de algo sin precedentes en América Latina y ubicaban al Distrito Federal como una sociedad que se robustecía y le daba contenido al término ciudadanía.

¿Qué hace que el hecho sea muy significativo? Desde siempre han existido dos formas de concebir el origen y el fin de los seres humanos, dos formas de interpretación de la realidad de por si contradictorias. Hasta el siglo XV la interpretación estaba basada en la religión y lo simbólico; posteriormente, como un proceso lento, se fue institucionalizando y ganando legitimidad otra manera de explicar: nada más y nada menos que la ciencia y la razón. Así, fue hasta mediados del siglo XIX cuando las ciencias sociales se posicionan como una forma científica de estudiar a la sociedad y como una forma de explicar la realidad a partir de datos empíricamente comprobables. Por supuesto, el crecimiento del Estado moderno exigió de las ciencias sociales evidencias empíricas para la concepción e implementación de políticas públicas. En resumen, el hecho es significativo porque institucionalizó un problema de salud pública del que existen evidencias.

El documento publicado en 2006 por Guttmacher Institute, Preventing Unsafe Abortion and its Consequences: Priorities for Research and Action, muestra algunos datos dignos de consideración. En primer término, dicho estudio estimó, para 1995, 46 millones de abortos en el mundo. De esos, 20 millones fueron practicados clandestinamente y los 26 restantes en países donde dicha práctica se considera legal; asimismo, del total, 35 millones corresponden a países subdesarrollados. Por región, el 50% de los abortos ilegales se practicó en Asia, seguido por África (25%) y América Latina (20%). En lo que respecta al número de muertes por cada 100 mil abortos practicados en países desarrollados y en vías de desarrollo, los números equivalen a 0.7 y 1 412 respectivamente; de éstos 119 corresponden a Latinoamérica. En el caso de México, 25 de cada mil mujeres practican un aborto, de esa proporción 20 no reciben atención hospitalaria.

El estudio advierte la dificultad para cuantificar el aborto debido a una serie de restricciones legales y religiosas en América Latina, sin embargo los datos son suficientes para imaginar el fenómeno y concebirlo como un problema de salud pública. ¿Por qué no ubicar en este plano la discusión del tema? Sería pretencioso responder a esta pregunta y no es mi intención convertirme en coro. Sólo quiero manifestar mi inquietud y preocupación por las noticias recientes: la intención de deslegalizar una ley. La plena garantía de la libertad individual es una aspiración personal, por eso consideré el hecho como progresista. La realidad estará en espera de que sea tomada por la razón o por la religión.

Hace unos días estuvo en Buenos Aires Fernando Savater en el marco de la Feria Internacional del Libro. Tuve la fortuna de poder asistir a una plática con el diario El Clarín. Días antes fue publicada en la Revista Ñ una entrevista a propósito de su último libro ¿Cómo vivir sin dios? De ella reproduzco lo siguiente: “… lo malo del fanático es que constantemente está intentando convertir la religión que tiene derecho a tener en un deber para los demás… Lo sagrado y la racionalidad pueden convivir si no se intenta convertir en racional lo que no puede serlo, y si no se deja de intentar sustituir la razón por imaginaciones o dogmas caprichosos”.
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Hasta la próxima querido(a) lector(a).
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Pedro Hernández

lunes, 7 de mayo de 2007

LOS ERRORES DE LA IZQUIERDA FRANCESA

Ayer por la tarde encendí el televisor para conocer los resultados electorales de Francia. Los datos de las encuestas de salida, nadie los discute porque se tiene la certeza de que los oficiales prácticamente serán los mismos, dan como ganador a Nicolas Sarkozy con un 53 por ciento contra el 47 de Ségolène Royal. De acuerdo con la información proporcionada por ese medio, la participación en las elecciones fue del 84 por ciento de un electorado del orden de 45 millones, lo cual ubica el proceso con una muy alta participación.

Hoy quise saber más y me propuse revisar distintos diarios. Los datos fueron los mismos y las noticias giraron en torno a las manifestaciones de la población que votó a favor y en contra de Sarkozy: los primeros alrededor de la torre Eiffel en tanto que los segundos en la Bastilla. En particular me interesó la respuesta de Royal, quien ha reconocido ya su derrota, así como la del Partido Socialista. En general, lejos de discutir los resultados, se proponen una reorganización y la forma en cómo enfrentarán las próximas elecciones legislativas, pero también surgen voces críticas que señalan los errores de la campaña. Por ejemplo, a Royal le han cuestionado el distanciamiento de su partido durante el proceso, pero sobre todo la poca claridad de sus propuestas. En ese sentido, el País publicó las declaraciones de un líder de ese partido que señala lo siguiente: "Hablamos a los franceses de pensiones pero nos les decimos exactamente qué queremos hacer. Hablamos de la energía nuclear pero no somos claros. Y a fin de cuentas, cuando no está claro qué les decimos a los franceses, los franceses no pueden seguirnos".

Dos conclusiones. Primero, es evidente la institucionalización y certeza del proceso electoral, lo que no significa que las inconformidades no se manifiesten, en ocasiones de forma violenta: hoy por hoy nadie ha cuestionado los resultados. Segundo, la explicación de la derrota del partido socialista apunta a la incapacidad de las izquierdas para comunicarse con el electorado de manera franca y convencerlos de la viabilidad de sus propuestas.

La izquierda mexicana es otro ejemplo. Voltear la mirada hacia los meses pasados podría recordarnos que el proceso electoral se caracterizó tanto por los adjetivos como por la carencia del lenguaje veráz y la claridad en el debate público.

Hasta la próxima, lector(a) asiduo(a) de las novedades de la web.

Pedro Hernández

miércoles, 2 de mayo de 2007

IZQUIERDA, POPULISMO Y NUEVOS PROCESOS EN AMÉRICA LATINA

En estos tiempos muchos términos resultan confusos para la población en general y problemáticos en la definición por parte de los académicos. Esa impresión me quedó después de haber asistido al seminario “Izquierda populismo y democracia en América Latina” que se llevó acabo en el Colegio Nacional de Buenos Aires, los días 27 y 28 de abril.

Estas notas, un tanto desordenadas o quizá demasiado sistemáticas, reflejan lo que mi entender consideró más significativo del evento. Me pareció importante hacer este ejercicio dado el proceso político que vivimos en el pasado reciente en México y, además, porque conforme transcurría el desfile de ponentes de diversos países involuntariamente llegaron a mi mente imágenes públicas de las últimas dos contiendas electorales.

IZQUIERDA, POPULISMO Y NUEVOS PROCESOS

I. Los desafíos de América Latina

Los malos resultados de las políticas económicas de ajuste y ajuste estructural implementadas en América Latina desde mediados de los 80, particularmente en términos de empleo, pobreza y desigualdad social, han dado lugar a nuevos procesos políticos y económicos, aunque no necesariamente alternativos a las reformas de mercado.

En este contexto, de acuerdo con las exposiciones, los países de la región tienen ante si una serie de desafíos, fundamentalmente de orden social, tales como la pobreza y polarización económica entre los sectores bajos y altos. Así, en la agenda de América Latina destacan como propósitos: a) la generación de empleos y el impulso de reformas tributarias más equitativas, b) la erradicación de políticas sociales focalizadas y sustentadas en prácticas clientelares, c) la implementación de políticas sociales universales, d) el fomento de la participación ciudadana como un mecanismo para institucionalizar el consenso, y d) la integración regional.

II. Izquierda y rasgos del populismo

Se dijo que el “fracaso” de las políticas de mercado, asunto aún en debate, se ha visto como un referente sobre el cual se han montado diferentes gobiernos con estrategias populistas, progresistas y/o de izquierda, sin que ello implique la existencia de una frontera nítida entre esas forma de gobieno.
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En el caso de la izquierda, existen elementos que teóricamente le dan contenido y sustento, tales como: a) la lucha contra la desigualdad social, b) la generación de mecanismos para una mejor distribución del ingreso, y c) la búsqueda de una mejor distribución del poder político. De esos tres puntos, considero fundamental el tercero, en la medida en que sugiere la lucha para acceder al poder político por medio de mecanismos democráticos. En el caso de México por ejemplo, la incorporación de la izquierda en el sistema de partidos y del poder real ocurrió hasta el último cuarto del siglo XX.

Así planteado, el modelo populista es contradictorio con una visión de izquierda, ya que presupone la desinstitucionalización del sistema político en la medida en que, en su concepción mítica, la base de su legitimación está dada por el pueblo. Se plantea así la no existencia de intermediarios, es decir, una relación directa entre el pueblo y el líder carismático, quien a su vez se asume como el representante de sus intereses.

El modelo populista, siguiendo mi razonamiento, está permanentemente tentado a desarrollar y ejercer una visión autoritaria, por tanto antidemocrática. Dicha visión, que no acepta intermediarios, es propensa a un discurso sectario (nacionalista, racista, militarista, etc.), particularmente dirigido a aquellos sectores considerados enemigos del pueblo.

Este modelo, asimismo, tiene otro rasgo: el sincretismo ideológico (unión y conciliación de doctrinas distintas no necesariamente coherentes). Es por tanto, un modelo sin ideología, por lo que su retórica (técnica de comunicación) es abiertamente emocional y/o voluntarista. Finalmente, otros atributos son la gran capacidad del líder para la movilización de masas, la oferta de soluciones de corto plazo y el desprecio a problemas de orden estructural.

En suma, en los años recientes los desafíos de América Latina se han enfrentado mediante diferentes modalidades de gobiernos, si bien se ha observado una ola de triunfos electorales de la izquierda. Sin embargo, insisto en que no existe una frontera nítida entre izquierda, centro, derecha vs populismo. Me detuve en señalar los rasgos distintivos del populismo en virtud de que no es una estrategia desarrollada únicamente por la izquierda, como lo haré notar con algunos ejemplos, si bien es más propensa a ella. También quiero enfatizar, porque fue una de mis preguntas en el seminario, en el hecho de que no existen evidencias de que las respuestas hayan revertido los malos resultados del modelo de mercado.

III. Algunas evidencias de procesos recientes

Algunas evidencias, finalmente, que pueden dar cuenta de los procesos políticos y económicos experimentados después de los años 90 son las siguientes:

1. Ante el saldo negativo del neoliberalismo de mediados de los 80 y de los 90, la respuesta de los gobiernos latinoamericanos no necesariamente fue de izquierda. Existe así un espectro que tiene como referente el consenso de Washington. De un lado se ubica la izquierda populista representada por Venezuela, Bolivia y Argentina, en menor medida; del otro, representando a una izquierda moderada, están países como Chile, Brasil y Uruguay.

2. En este último bloque, en general, existe un menor riesgo de desarrollar procesos populistas. No obstante, existen casos en donde se observa un alejamiento de lo social e inmovilidad ante la realidad económica. Chile, por ejemplo, no ha logrado armonizar el crecimiento y la equidad, de hecho se ha observado un crecimiento de la desigualdad social.

3. Asimismo, han logrado fortalecer sus sistemas de partidos. En esos tres países la izquierda se ha alejado del discurso radical en contra del capitalismo y acepta un cambio gradual. Asimismo, existe un sistema de partidos que fomenta la coalición política, por lo tanto la carga ideológica se diluye.

4. Venezuela, Bolivia y Argentina han optado por desafiar a las políticas ortodoxas y se han propuesto combatir la dependencia económica de los países desarrollados, particularmente de Estados Unidos.

5. Por último, la izquierda peruana se encuentra en proceso de reconstrucción y/o desaparición. Las últimas contiendas electorales señalan la emergencia de actores no políticos (outsiders) y una deslegitimación de los partidos políticos tradicionales. A partir de la década de los 90 los outsiders (Fujimori como figura emblemática) se posicionaron en el electorado como la opción principal con un discurso populista (o neopopulista) que combina políticas económicas ortodoxas (neoliberales) y políticas sociales focalizadas.

Para tu crítico criterio, lector(a) asiduo(a) de las novedades de la web: hasta la próxima.

Pedro Hernández